Estaba en un bosque en penumbras y no muy poblado de árboles. Parecía otoño pues el suelo estaba cubierto de ramas y hojas de color marrón y amarillo. De pronto me vi delante de un profundo agujero en la tierra, como si fuera un pozo pero estaba seco. Mi hija se asomó en el borde y alguien, que no se si era su padre, la aguantó para evitar se cayera. Observé detenidamente el agujero y era muy profundo, apenas alcanzaba a ver el fondo. Me fui de aquel lugar y llegué a la que una vez fue la casa de una tía fallecida que amé mucho. Al entrar encontré que esa tía, otro tío, hermano de ella que falleció después y siempre quise como un padre y un tercer cadáver que no recuerdo de quien era, estaban acostados en dos camas. Sabía que eran ellos pero no lograba reconocerlos por su aspecto algo inflamado y descompuesto. Uno de ellos, el más descompuesto y casi cadavérico, (ahora que lo pienso podría ser mi papá que murió antes de yo nacer) se movía e intentaba articular palabras pero mi abuela que estaba en la cocina me decía que era imposible porque estaba muerto, que seguramente eran solo reacciones de la descomposición. Yo le pregunté que por qué no estaban enterrados y ella simplemente me dijo: “debemos esperar, no te vayas, espera a que llegue tu mamá”. Asustada me fui hasta la puerta de la calle, con trabajo abrí la cerradura y salí a buscar a mi mamá que estaba en la casa de al lado. Le pedí que me diera la llave para hacerle una copia y así poder abrir la puerta de casa de mi tía cuando quisiera salir. Ella no estuvo muy de acuerdo pero terminó entregándome esa llave y no sé por qué, la de mi casa también. Me encaminé entonces a buscar un cerrajero y el camino era a través del mismo bosque donde ya había estado. Mientras caminaba sentía que mi madre me perseguía y comencé a sentir miedo que quisiera que regresara a casa de mi tía con los muertos. Ella se sentó en un banco con una mujer a quien le preguntó una dirección intentando persuadirme con esa pregunta a tomar el camino que la mujer le explicaba. Yo seguí caminando por un sendero que me parecía seguro pero muy preocupada porque temía que mi mamá me empujara a retroceder con los muertos o a desviarme del camino que yo creía correcto. Ahí me desperté aspaventada.